Rojizos en un principio. Después un tanto morados, luego azulosos y finalmente amarillos hasta que se desvanecen. Cuando están rojos y morados duelen. Al volverse azulosos el dolor empieza a disminuir. Amarillos ya casi no duele, y de repente sin darme cuenta, el dolor desaparece. ¿Cómo es que conozco el proceso? Pues... con 23 años recorridos, aprendí a identificar las fases de un moretón. Algunos son visibles, pero hay otros que no se ven, que no se tocan tampoco, y esos… esos suelen tardar en decolorarse poco más que uno que se ve, pero la explicación puede ser tan parecida. El proceso de acción puede ser tan igual. Y de hecho lo es.
El tiempo es siempre la diferencia. El tiempo y el grado de dolor que provoca; pero aun así, la simplicidad persiste. Sin embargo, de todo dolor se aprende y de toda coloración se pueden sacar buenos matices. Yo aprendí, al ver sus cambios tan variados, que algunos, aun cuando pueden llegar a provocar llanto, son esenciales para aprender a vivir. Para aprender a sentir, a identificar errores de aciertos. Y sobre todo para madurar, y no dejar que las emociones me dominen. Aun estoy en el proceso, así como los moretones, cambiando de fase, de coloración. Pero hoy se de que se trata y que el control lo debo tener yo y solo yo.
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